sábado, 21 de septiembre de 2019

. BATALLA DE ACARI, EN POS DE LA INDEPENDENCIA PERUANA


La Batalla de Acarí  (16 de octubre de 1820)



De haber cabalgado durante toda la noche junto a sus valerosos cazadores a caballo y con el corazón que palpitaba de valor y entrega de dar su vida por la causa de los pueblos y que cada acción realizada era tomada en cuenta, como una parte heroica a la ansiada independencia. Mientras en Pisco, San Martín realizaba una serie de maniobras inteligentes, con toda la sabiduría que la experiencia le había dado, aquí en el sur peruano, en Arequipa y en especial en Acarí, a 550 kilómetros de la ciudad de Lima, en breve se llevaría a cabo un hecho trascendental que la historia escribiría más adelante.
La misión que le había encomendado el Coronel Rojas, al Teniente Vicente Suárez, no era fácil, pues lo único que se sabía, es que hacia el Sur había partido un largo convoy de tropas con un enorme cargamento de armas, pero era incierto el destino donde  se iría, se decía que era muy probable para Acarí, ya que en aquel entonces, una de las haciendas más importantes de la región sur medio del país, era la hacienda de Acarí, localizada en el valle del mismo nombre.
Las tropas del Teniente Suárez eran algo más de 30 valerosos cazadores a caballo, que debían enfrentar a un importante frente realista, lo cual convierte tal enfrentamiento en un verdadero riesgo de vida o muerte. El destino de grandes hombres, grandes héroes de hazañas extraordinarias, gran legado  para todas nuestras generaciones, porque gracias a estas acciones, hoy gozamos de una patria libre e independiente.
El valeroso Teniente Suárez, muy experimentado en acciones de guerra, se dirige hacia el extenso valle de Acarí, que en ese entonces comprendía los lugares de Sacaco,  y demás extensiones que hoy se sitúa otros distritos, y desde allí pudo avistar un  imponente cerro, era señal de que ya estaba cerca y pronto se divisaría el pueblo de Acarí.
Los historiadores escribirían que, siendo las dos de la tarde  del día 16 de octubre el ejército patriota avista el verde y fértil valle de Acarí, con sus casas  casi apegadas a un imponente cerro. Los que conocemos estas sagradas tierras del valle acarino, sabemos lo agotador que debió ser su trayecto, desde Nasca hasta Acarí, a lomo de bestia. Hasta que divisaron como un apresurado convoy realista, avanzaba presurosamente con toda la valiosa carga , en dirección al pueblo, es entonces que el Teniente Suarez, se detiene detrás de una pequeña colina, a observar y planear su estrategia, esas fracciones de tiempo, tal vez habrán sido interminables, porque breves minutos más, como fiera embravecida se dirige a hacer un alto a sus tropas, para arengarlos a viva voz, y con la sangre enardecida en su rostro, enciende el fuego y sed de victoria en sus tropas; entonces emprenden a todo galope, con sus sables que relucen el sol, al empezar la tarde ,se lanzan a embestir al enemigo, antes que  este ingrese al pueblo de Acarí, ya que de lo contrario, podría acarrear confusión entre los moradores y generar mayor derramamiento de sangre. Esta embestida también recibe, la inmediata respuesta de las tropas enemigas, que al verse sorprendidas se aprovisionan al instante, del armamento que llevaban y reluciendo sus armas, sablean de cuerpo a cuerpo.
Son gloriosos momentos en el que se determina, el destino de los pueblos que ansían su libertad, serán quizás las voces lejanas, de las millones de almas que padecieron en vida, siglos de esclavitud e injusticia, o serán también las voces de los pueblos, que se aferran en sus sueños de  ese entonces, con la ansiada libertad, que atizan el fuego de gloria al espíritu valeroso del Teniente Suárez, que no descansa, ni un segundo, y con sus hombres enardecidos se entregan a la lucha. La batalla se torna sangrienta, cobra las primeras vidas del bando enemigo, a pesar,  que tenían todo a su favor en armamentos. Caen más hombres, que oponen resistencia, así mismo uno a uno son recuperados los cientos de enormes cargamentos, que habían sido sustraídos del estado peruano. Hasta, que al final de tanta ferocidad y atroz embestida, cae la bandera realista. Controlada y destruida la amenaza enemiga del Coronel Quimper, todos los demás hombres fueron tomados prisioneros. Los valerosos cazadores a caballo del Teniente Vicente Suárez, emocionados hasta las lágrimas, gritan y gritan a todo pulmón, a todos los  puntos cardinales, el triunfo de la batalla. El Ejército Libertador, representado por el Teniente Suárez y toda su tropa, había logrado, la primera victoria en pos de la independencia peruana.

Fuente: Libro " Acarí, la historia no contada " .  César Espinal  -  Edición 2009



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